Palabras por el 24 de marzo (este discurso fue parte del acto conmemorativo en el Colegio Nacional de San Isidro)

Por Ana Eichenbronner*

A nuestros estudiantes desaparecidos, presentes hoy y siempre entre nosotros.

«Nunca más el odio.

Nunca mas el silencio»

Vera Jarach

Se cumple un nuevo aniversario del Golpe de Estado de 1976, de ese 24 de marzo en que un grupo de militares aliados con civiles instauró en la Argentina la dictadura más atroz y sangrienta de nuestra historia.

Fue un Golpe de Estado diferente a los que se venían sucediendo desde 1955. Esta vez el objetivo era claro: implantar un modelo económico basado en el monopolio y la acumulación de riqueza del que se beneficiarían los grandes empresarios, industriales y terratenientes de nuestro país y también sus socios extranjeros. Lograrlo no era tan fácil, porque a partir del “Cordobazo” (así se llamó a la lucha conjunta de obreros y estudiantes cordobeses que en 1969 salieron a las calles a reclamar por sus derechos) se iniciaron en todo el país una serie de ofensivas de los trabajadores contra una oligarquía que comenzó a sentirse amenazada en sus privilegios. Luego, el amplio triunfo de Cámpora en las elecciones de 1973, posibilitó el regreso de Perón (quien, desde el exilio, alentaba los ideales de una juventud que soñaba con hacer un país más justo y solidario y que deseaba ser protagonista de su sueño, jóvenes que habían decidido ponerle el cuerpo a las palabras, no pregonar desde una tribuna o hablar de una revolución que no harían, sino tomar la historia con sus propias manos para transformarla).

La vuelta de Perón a la presidencia del país estuvo signada por la lucha y la confrontación de intereses irreconciliables que surgían en el interior del peronismo y se propagaban a todas las esferas de la sociedad. Sólo un año después, en julio del ´74, la muerte de Perón dio paso al gobierno de Isabel Martínez de Perón y al surgimiento de un grupo paramilitar autodenominado “Triple A” (Alianza Anticomunista Argentina) que puso en marcha procedimientos de persecución, tortura y muerte que se sucederían durante la dictadura militar. A pesar de ella, del terror que generaba, muchos sectores populares se organizaban manifestando desacuerdo con las políticas sociales y económicas del nuevo gobierno. No era suficiente esta pseudo democracia y su aparato paramilitar para silenciarlos. Entonces se decidió el Golpe: el 23 de marzo por la noche, tanques y efectivos policiales rodearon las fábricas, los lugares de trabajo y los centros de estudio de miles de argentinos.

Lo que sigue es historia conocida: miles de exiliados, perseguidos, encarcelados, trasladados a centros de detención clandestinos, torturados, violados, asesinados en supuestos enfrentamientos armados o arrojados vivos al río. Treinta mil desaparecidos, entre ellos, unas quinientas embarazadas cuyos partos tuvieron lugar dentro de centros de tortura, luego de los cuales fueron asesinadas y sus bebés secuestrados, vendidos o inscriptos como hijos legítimos por sus apropiadores. Muchos de ellos, hoy, tantos años después del horror, aún desconocen su historia. No la desconozcamos nosotros, aprovechemos esta fecha para reflexionar, para recordar, para abrir el debate. No miremos para otro lado, no hagamos como tantos que con su silencio permitieron que estos hechos atroces sucedieran. Muchos de ellos no sólo callaron, sino que gritaron los goles de la selección argentina en el mundial del 78, impidiendo que se oyeran las voces de quienes estaban siendo torturados y asesinados, y de sus familias: las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo que intentaban ser escuchadas por los organismos internacionales que el mundial de fútbol convocaba. No desconozcamos tampoco que nuestra realidad de hoy es fruto de una historia. Que ganó el modelo de país que los grandes grupos económicos diseñaron, en el que reina la desigualdad y la injusticia. Un modelo en el que miles de personas están privadas de sus derechos básicos: el derecho de acceder a una vida digna, de alimentarse, de crecer, de estudiar y de tener un porvenir, y en cambio son condenadas a la exclusión y la violencia que ella genera.

Que este nuevo aniversario del horror sirva para preguntarnos más que nunca qué país queremos, qué sociedad queremos. No dejemos que las redes en las que se propagan los discursos de odio y la crueldad hablen por nosotros, no permitamos que ninguna pantalla nos gobierne a través de viejos métodos que hoy se renuevan. Usemos nuestra libertad, no la de mercado, no la de comprar y vender bienes, no esa. La verdadera libertad que no puede intercambiarse por dinero, esa libertad que se gestó con amor, la que lucharon para nosotros nuestros antepasados. Libertad no es una palabra vacía, está cargada de historia, de justicia, de igualdad y de amor por los otros. Usemos nuestra libertad para pensar, cuestionar, estudiar, crear y construir un país más justo en el que todas las voces sean escuchadas y en el que todes –no sólo un grupo de privilegiados- podamos vivir con dignidad. Que este nuevo aniversario del 24 de marzo del 76 nos sirva para pensar, para ser críticos, para valorar y defender la democracia, esa que tanto nos costó y que es, como dice Vera Jarach, lo mejor que tenemos.

Ana Eichenbronner, marzo de 2024

* Ana Eichenbronner (1974) es profesora y licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Es miembro del Grupo de Estudios Caribeños (ILH, UBA) dirigido por Celina Manzoni. Actualmente cursa la carrera de Doctorado en Literatura (UBA) especializándose en narrativa cubana contemporánea, investigación para la cual obtuvo el apoyo de una beca UBACyT. Se desempeña como profesora en Escuelas Secundarias de la Provincia de Buenos Aires, en la Universidad del Cine, en la UNSAM y en Escuela de Maestros (CABA)

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