La integración como apuesta
Por Eugenia Lloveras*
A lo largo de los años, y en función de las distintas normativas, se ha ido modificando la nomenclatura del rol: Maestrxs Integradorxs, Maestrxs de Apoyo a la Inclusión.
Nos referimos a la resolución 1664/17 de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires, que se basa, a su vez, en la resolución 311/16 del Consejo Federal de Educación:
“La educación en el respeto por la igualdad de géneros, el reconocimiento y la valoración de las diferencias y de la diversidad cultural. La inclusión educativa contempla el acceso y la participación de todos los y las estudiantes como condición para una educación de calidad, sin discriminación” (res. 1664/17). Se tratará especialmente de “propiciar condiciones para la inclusión escolar al interior del sistema educativo argentino para el acompañamiento de las trayectorias escolares de los/as estudiantes con discapacidad” (res. 311/16).
Aun así, podemos preguntarnos y cuestionar si esta modificación nominal orientada a la inclusión ha generado cambios en el rol y en las prácticas cotidianas.
En medio de un contexto difícil, de exclusión, de vaciamiento económico hacia la educación, de quiebre ante la mirada del rol de la educación y de las instituciones en general, una ley se filtró para hablar de inclusión. Ya hace varios años que esta normativa está vigente formalmente, aunque su puesta en marcha es un poco más lenta.
Actualmente la práctica de lxs MAI se basa en colaborar y sostener los proyectos de inclusión de alumnos que presentan dificultades en sus aprendizajes, como producto de múltiples patologías. Es por eso que se lo llama Maestrx de Apoyo a la Inclusión y no Maestrx integradorx, poniendo énfasis en que lxs MAI apoyan y sostienen un dispositivo que favorezca la trayectoria educativa de un alumnx, no a un alumnx únicamente.
Se estaría limitando y simplificando el rol, si sólo diéramos esa definición sobre nuestras prácticas. Concurrimos a las distintas escuelas aproximadamente 6 horas semanales con cada alumno; en ese tiempo conocemos a lxs alumnxs, a lxs docentes, las escuelas, los lazos y sus tipos, realizamos un diagnóstico del alumno, de la escuela y de cómo podemos intervenir para que la trayectoria educativa de lxs estudiantes sea favorable, disminuyendo las barreras que se presentan. Luego se elabora la PPI (Propuesta Pedagógica de Inclusión), donde se despliegan todas las características del alumno, la institución, las barreras que se presentan y las estrategias a utilizar. Un trabajo detallado sobre el diseño curricular que se realiza en conjunto a lxs docentes. En dicha PPI queda impresa una apuesta. La apuesta tiene ese lado de certeza, de deseo e incertidumbre.
La certeza de que la trayectoria educativa de ese alumnx será acompañada por los agentes de cada institución, por las instituciones. La certeza de que hay un compromiso desde los adultos a observar, a problematizar y a echar luz sobre las posibilidades y fortalezas de ese alumnx para avanzar en sus cualidades que aun requieren de apoyo para seguir avanzando. La certeza de que se dará cuenta de las zonas de desarrollo real en que se encuentra el niñx/adolescente para propiciar las zonas de desarrollo próximo. La certeza de que ese alumnx se encuentra en un proceso que, como tal, no será lineal; tendrá pausas, retrocesos, avances inesperados.
El deseo como motor, deseo de transmisión, de enseñanza, deseo de que ese niñx aprenda y avance según sus posibilidades, deseo de encuentro, de compartir logros y desafíos.
Incertidumbre porque no puede controlarse todo en la trayectoria de un alumno. Existen situaciones que son inesperadas que pueden afectar en el estudiante, en el grupo, en la escuela y, como adultos, debemos tomarlas como desafíos; de otro modo, no podemos esperar que los niñxs aprendan a manejarse en la incertidumbre. Nos genera inseguridad y vértigo. De eso se trata, de que haya posibilidades, de que no todo esté escrito y no todo pueda ser escrito por los adultos. De hecho, el fin es que sean lxs niñxs quienes nos muestren el camino que recorrerán y nosotros acompañarlos.
Lxs MAI nos vemos en medio de instituciones que dicen no estar capacitadas/preparadas para sostener las trayectorias educativas de niñxs con dificultades en sus aprendizajes. Muchas veces, el trabajo de lxs MAI es demostrarles a las escuelas, docentes y directivos que sí pueden hacerlo.
Por otro lado, trabajar con los alumnxs y docentes para que creen ese lazo necesario para que la transmisión de contenidos se pueda dar. Ya que, sin ese vínculo, sin esa mirada, las trayectorias educativas se ven obstaculizadas.
* Eugenia Lloveras es Licenciada en Psicopedagogía (UNLZ) Ayudante de cátedra de la materia Psicopatología de la carrera Trabajo Social y docente de Psicología Social (UNLZ), Maestra de Apoyo a la Inclusión
Excelente y muy elocuente!!
No quedan dudas que siempre estamos en condiciones de aprender, es mejor cuando nos pueden guiar…
Gracias Gustavo!
Excelente la reflexión!!!
Sobre todo demostrar que estamos preparad@s para los procesos de inclusión y no agachar la mirada, ante la incertidumbre. Sabiendo que nuestro rol es importante para ser de andamiaje en las trayectorias escolares.
Gracias por tu comentario!